No podría querer a nadie sin desear que me sobreviviera: que me tuviera como la sombra de un hombre prudente. El recuerdo iría adelgazando, en su memoria, hasta resolverse en la nada en que todo consiste.
Hoy, que estoy un poco bajo, cifro mi dios y mi inmortalidad en que algunos me recuerden como no siendo injusto a sabiendas. Así recuerdo yo a mis padres y no sé hacer otra cosa mejor.
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