(El prestamista)
A quien le ha sobrevenido la mayor de las desgracias quizás no le espera más que vérselas con los márgenes sociales de la gran ciudad; y conducirse con respecto a ellos igual que antes se condujeron con respecto a él los amos. Entregado a una soledad sin salida, no se ve que él pueda prestar otra cosa que su dolor o su vida.
... La vida de otro: hacia el final comprende que su propia existencia vale, que la gracia que no le alcanzó entonces le viene de donde menos se lo esperaba y demasiado tarde.
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