... explicarme a mí ni explicarle a los demás (esto menos todavía) la transformación de una personalidad en precario a una forma más idónea vitalmente. Lo difícil de cerrar la herida entre un interior horroroso y una verdad (no corporal: los años y la cara son lo que son, se acepta) pública: prudencia, razonabilidad, sensatez... a pesar de un mismo, de su existir.
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Todo esto tiene que pasar por la reflexión, hecha sustancia cotidiana, pero hecha como un fluido incómodo para uno mismo y para los demás. Este socratismo no gusta, se vuelve peligroso: porque impone renunciar a los prejuicios, a lo con-sabido. Requiere, fundamentalmente, un ejercicio de la voluntad, una fuerza en la capacidad de decisión que no se ve por parte alguna. Yo creo que cada vez se verá menos. Si dejamos de creer en Dios (¿hay alguien que crea?), valiente memez la creencia en el progreso: que es como que el esclavo crea en los valores de quien le explota.
Todo esto lo escucho, lo guardo como puedo y luego lo escribo, deformándolo seguramente... Pues no tengo memoria, que he ido perdiendo. En cuanto a inteligencia, no hay problema: nunca la tuve. Pero siguiendo las conversaciones, razón por la cual las vacaciones son terribles para mí (pues me quitan mis hablantes), siguiendo las conversaciones, me digo, tengo un sucedáneo de comprensión que, para mí como socrático, me parece la felicidad en el único mundo posible: hic et nunc.
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