26 de febrero de 2009

Promises

Yo, un ser sumiso, hecho para columna de luces ajenas (así se oculta el consumo proscrito de tabaco), me obligo a leer la crónica de Peter Schlemil de A. von Chamiso... un libro que no quiso salir, dicen las cartas del principio...

Veré si consigo extraer algo en claro de esta historia de la sombra perdida.

En sus puestos...

***

Con lágrimas y temblor, arrobados por tanta novedad y belleza, el hombre romántico representa un magnífico papel de observador: a los demás seres no les extraña esa demoníaca conversión de la materia en energía que propician los artefactos técnicos. No lo son, todavía no, las comodidades del diablo de las primeras páginas de P. Sch., pero la sorpresa me parece que debe ser la misma que la que nos inducen los rascacielos, las autopistas y las vertiginosas máquinas lógicas en las que dicen que se escribe en tiempo real, a velocidad de Einstein.

...

Con el libro por la mitad, no puedo saber lo que es la sombra; ni si lo perdido o vendido es el alma, o son más bien los actos que en conjunto denotan la responsabilidad de una vida única.

Quien ha perdido su sombra, en cualquier caso, ha ganado (valiente ganancia!) un motivo de preocupación y de angustia. La sombra le protegía. Habrá enfermado, quizás. Quizás haya perdido la fuerza para seguir adelante...

Su mal no tiene nombre (casi se podría pensar en una mancha infamante, en una vergüenza), pero es visible y le margina...

Una herida, nada...

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