No quien es. Éste es pensado: su discurso le viene de fuera. Le atraviesa y le deja. Tan solo como estaba antes.
Por esta razón -la radical ajenidad de sus, presuntamente, ideas- no ha de poder gozar de nada: ninguna riqueza es suya, ni para tomarla prestada.
Así, quien es, a la pregunta de qué es, no ha de poder señalar sus pensamientos. ¡Como si él tuviera alguna parte en ello!
Los pensamientos se reducen a ocurrencias: acontecimientos nimios, incidentes sin un nombre detrás. El escenario imaginado de la obra, la renombrada mente, limitada a otro tipo de ocurrencia, de segundo orden: obra sin autor, ella misma.
¿Pensábamos que la mort de Dieu iba a dejarnos tranquilos con nuestra reflexión, al lado de la catalítica? No a los que estamos enfermos de duda, seres tan mezquinos que no merecen la perfección de una pequeña verdad.
1 comentario:
Genial entrada.
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