Cualquier guerra es mortífera y criminal. Ciertamente. No soy un desalmado para negarlo. Pero, ¿se debe respetar la vida de los canallas? ¿Es la pena capital un castigo desproporcionado? ¿No se dará el caso de que haya situaciones en que la dignidad haya desaparecido como fundamento -subjetivo: desde el lado de la propia conducta que debe ser examinada- del imperativo moral? (En el sentido de que se haya producido una autoexclusión de la vida en común. O algo así. Y que, por tanto, sólo reste un imperativo biológico de supervivencia. Aunque éste sea un argumento peligroso.)
1 comentario:
El problema de los canallas no son ellos, sino nosotros.
Si se tuviese esto claro se evitaría mucha apología de la imbecilidad, el victimismo y el asesinato.
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