21 de febrero de 2007

Consignas

Febrero que se va yendo, tiempo raro.

Lecturas dispersas, más o menos obligadas, vocacionales, enteramente libres... Un autoficcionador no debería estar obligado a leer sino a vivir. Pero, por lo menos, deberá dejar consignadas sus inacciones.

Siempre acabamos sospechando de los sabios. Así nos pasa con la recopilación de artículos de Manuel Castells que, con el título de Observatorio global, publica Ediciones La vanguardia. Voy leyendo salteado, según mis gustos y mis necesidades del momento. Eché de menos la valoración de la investigación básica en un artículo que vinculaba el conocimiento tecnocientífico a las posibilidades de crecimiento de la economía. Fallo mío de lectura u omisión de don Manuel: en otro artículo aparece reivindicado el papel de la ciencia más especulativa y libre, aunque con la sombra añadida de que también ahí se piden cuentas de resultados. Reconozco una descripción de las ciudades modernas, complejizadas a través de la economía de la información, de las telecomunicaciones y de las facilidades del transporte; lo que tienen de alienante -vieja palabra-, destructoras de sentido y relaciones, el anhelo subsiguiente de formas de identidad cálidas, locales y localizadas. Pero no lo puedo seguir en su apreciación del nacionalismo: positivo donde ya sabemos, negativo si nos recuerda la España tridentina. Lo que ocurre es que este espantajo ya no existe, y no quiero pensar en la figura del sabio sociólogo como en una de esas venerables figuras del pasado que también se equivocaron.

Cuánto más próximos, en el fondo, los del 98, el dolor por España (no lo dudemos) que se les transforma en la tentación del elitismo, del desprecio al pueblo identificado con la masa y con el mal. Pesa mucho más la retirada de lo público, la desgana y hasta el horror que las ansias regeneracionistas. Poco duraron los intelectuales en la escena política. Lo de ahora es otra cosa. (Seguiremos -en la lectura, espero- con las dos Españas de Santos Juliá.)

Una curiosidad: el fascismo rumano, al que dedicó su tesis Francisco Veiga, profesor de la Autónoma de Barcelona, en la figura de Codreanu y la Guardia de Hierro. Una historia realmente criminal, de salvajes comportamientos, fanáticos, absurdamente cristianos, antisemitas, místicos y homicidas. Sólo que la disparatada figura de Codreanu (y de otros legionarios) se pierde entre el contexto de una historia política rumana no menos desquiciada. ¿Hubo alguna vez progreso?

Por encima de la vida y la enfermedad, de la sociedad y del narcisismo, la palabra del Narrador: Víctor Gómez Pin, El hombre, un animal singular (lectura pendiente). La palabra crea riqueza, novedad, traspasa límites, abre.

2 comentarios:

conde-duque dijo...

Si no tienes tiempo para leerte todo el libro de Gómez Pin, puedes echarle un vistazo a la contraportada... La escribí yo. (De veras.)

Martín López dijo...

Pues enhorabuena, porque a mí me convenció para comprar el libro, que estoy leyendo. Un saludo.