(Roland Barthes en su autobiografía, según recuerdo)
El crítico puede poner ejemplos de pruebas escolares, mostrar sus mecanismos, sus prejuicios, dar a entender todos los juegos o relaciones de poder que hay detrás de esas hojas inocentes que deben ser respondidas por los jóvenes. Inversamente, podrá quizás apuntar hacia otra forma liberada de sociedad, una manera de cultura ni alienada ni alienante. Aunque nos parezca demasiado fácil que quiera convencernos de que la independencia -a través de la denuncia reflexiva, del análisis- de la opinión incorrecta trae ya consigo la verdad o la utopía.
¿Pero qué podemos hacer? Me pregunto qué sentido puede tener la lectura de una entrevista de Eduard Punset a Richard Dawkins (en su libro Cara a cara..., ed. Destino). Las palabras están ahí: gen, individuo, naturaleza, cultura, evolución, Darwin. La ciencia. ¿Para quién y de qué manera? ¿Se trata de una información -otra gran palabra- socialmente relevante? Y si no es socialmente relevante, ¿interesa esto a alguna forma de ética? Aunque quizás esta deba ser socialmente relevante, contribuir a la formación de la ciudadanía consumidora...
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Nuestro trabajo, sí. Pero manda nuestro cuerpo, o esa parte que no quiere serlo del todo: el cerebro.
27 de febrero de 2007.
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