7 de diciembre de 2009

En ocasiones

Mover un libro de la mesa, llevarlo al estante, y así leerlo luego o no leerlo nunca, cuesta años, en ocasiones. Si tuviera las instrucciones para ejecutar ese acto nimio, no me vería con fuerzas para hacerlo. Sucede, si tiene, como todo. Para salir de un mal día con su mañana y su tarde, dándole un contenido mínimo al segundo que viene. Se cambia el libro de sitio, se sacan los papeles absurdamente acumulados en su interior, se deposita en el estante. Ya está, y quedan más segundos que llenar por delante.

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