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22 de enero de 2009
Si una tarde un enero
Miro, en las prácticas hojas volanderas que hay esparcidas por la mesa amplia, lo que del amor se ciega en los abrazos… Cuando éramos jóvenes, ajenos al metal y el hielo familiares, nosotros también conocimos la nostalgia que viene con las idas, la esperanza de las vueltas. Metal y hielo, los cabellos grises. Antes los roces que nos buscamos, que se buscaban los cuerpos sin hablarse y sin porqué. Antes. Es agradable el calor de los cuerpos que se encuentran, sin pretensiones.
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