... no se tiene que demostrar nada y se ha abandonado por completo toda presunción. No hay humildad sino franca verdad y reconocimiento. No se ambiciona nada sino que se recapitula lo hecho y, sobre todo, lo leído. ¿Cómo no voy a acordarme, en estos momentos, de los Apuntes del subsuelo de Dostoievski? La terrible narración del autor ruso constituye el guión para demasiadas vidas ruinosas y mezquinas; para todos aquellos resultados que se obtienen a partir de una creencia infundada sobre los propios merecimientos y el lugar que uno puede ocupar. Ya digo que hemos renunciado a las ambiciones, y que por esa razón se puede describir la abyección...
Confrontado con el triunfo social del otro, en los salones, en la milicia, en las finanzas, enfrentado a lo que es la única prueba visible, aunque sospechamos que falsa o provisional, de un valor objetivo en las personas y los actos, el individuo ya señalado desde el principio por Dios para sus márgenes, suponiendo que Dios sea un río, no tiene otro camino que el paladeo lento de su sufrimiento. (Pues éste es inadecuación, y por eso su ser sufriente es el de un individuo falso, al que rehúyen porque él de si mismo también quiere escaparse. En efecto, el señalado no tiene por qué ser estúpido y puede añadir a su conciencia buena la etiqueta: su existir de márgenes en caída libre.)
Confrontado: a lo largo del día, porque desvelado desde una madrugada infame de insomnio. Al vencerse el cuerpo por el cansancio insoportable de las horas que pasan, el ánimo tiene que ser uno de los primeros soldados muertos. Qué terrible la coloración de los hechos, la aplicación sin misericordia de un sentimiento monocorde, qué terrible la única cuerda pulsada, a tus esperanzas...
Pero qué incomprensible el regodeo en el dolor, pues hozamos en el fango cuando hundidos, venteando no sé qué promesas de paraíso en la hermosa piel ajena. Dulce engaño: sólo somos conscientes de lo bello por su voz.
Perdición, necedad. Escritura. Un inmenso desprecio para la ficción novelada de mundos, Nuestro dolor es real y va con nuestra sangre desde siempre.
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