Hay quien piensa en su muerte, cuando joven y que esto mismo suyo, su pensar, le pertenece, como un asunto al que ni siquiera hay que dar nombre, para que no se pierda su propiedad (Rilke dixit). Un decenio después, más o menos, esta voz se repite, en un raro eco del corazón. Paseando por las calles o ensimismado en la sala retirada.
El otro, el mismo de diez años antes, separado por generaciones y cansancios de su eco, extraño para la música inesperada, espíritu de sombra entre lo que conoce que son cuerpos en los que la inteligencia vive íntegra, este otro se reconoce tras las cortinas de tiempo y abandono como idéntico, derrotado desde siempre y consciente---
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