Cuando salgo de mi casa miro a poniente

Un poco antes de que baje el sol y el mochuelo se alce emitiendo su propio ulular alejado de lo mecánico. En los bancales de los márgenes del camino el sol dora las hierbas altas, secas. Es casi verano aquí, y no todo va a ser Nueva Inglaterra, los poemas y las damas de clase alta, ni siquiera New Jersey, de juglares urbanos... Es casi verano, el tiempo de las cigarras, y me pregunto qué es lo que puedo cantar yo. El campo, sí, y el sol extrayendo oro de los restos de la primavera. El camino, y las ruinas a su vera, y un hilo de mar al fondo visto entre brumas al final del largo paseo. Más tarde, cuando el disco de New Jersey se ha acabado, mirando al fondo de la calle sí que se ve el mar, rotundamente. Cigarras, sí, deseando que no se nos acabe el canto. Oda, himno, lamento, qué más da en esta celebración de las nupcias del yo gastado y su mundo indiferente. No gtodo va a ser Nueva Inglaterra, sus viejas ricas y cansadas, los profesores polvorientos de turbios deseos olvidados pero rencor puesto al día. Mientras tanto, por las carreteras devastadas por mil veranos, el juglar de New Jersey va trazando los surcos. Analógicos no, digital puro. The river, jefe. Nuestro propio camino, del 66.