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26 de noviembre de 2011
Sábado de noviembre
Por primera vez hace frío, realmente frío, en este lugar. Sin duda que anticipa el del próximo invierno. Los inviernos son cada vez más frecuentes o presentes. Te contaba que estos libros terribles (los que cuentan en tono plano, casi menor, los sucesos más terribles que un hombre inflige a un inocente), si te ves capaz de soportarlos, poseen una virtud: la de escamarte y oler el peligro antes del derrumbe. Te lo decía a propósito del libro de Primo Levi. Esta mañana. Modo plano de contar, como quien bebe agua. Si esto es un hombre. ¿Quién puede ser el mismo después de este libro terrible? Llano, sencillo. Yo no sé. Después me acordé de Shalamov, de esa maravilla (perdón por querer ensamblar ??? la belleza en el horror) que son los Relatos de Kolimá. El mar, por lo demás, tan azul, y los cuerpos de los jóvenes tan demasiado jóvenes. Yo observo. ¿Observo qué? Los ojos que apetecen el libro, como otros el hijo o la contemplación del árbol. Hace frío, sí. Yo escribo. Mi padre tenía el pelo blanco. No recuerdo mucho más, aunque soy un hombre agradecido.
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