Escribe Henry Kamen (La Inquisición española) lo siguiente:
A partir del siglo XIII la legislación antisemita se hizo común en toda Europa. El Concilio de Arles (Francia) de 1235, por ejemplo, ordenaba que todos los judíos llevaran cosido en sus ropas, sobre el corazón, un parche redondo de color amarillo de cuatro dedos de ancho como señal de identificación.
Sin embargo,
Tales decretos no llegaron nunca a aplicarse en los reinos hispánicos, a pesar de que en las Cortes sucesivas -en 1371 en Toro y en 1405 en Madrid- se discutiera repetidamente la necesidad de hacerlo. (p. 16)
1235. 1935. 700 años, siete siglos. Qué más da el año! En el número sí, en la cantidad del crimen. Y las mezquinas palabras de Heidegger (¿1935 también?) en la Introducción a la metafísica, de él, quizás el más grandes, bailándole el agua negra a la barbarie en formación. Por no decir del Discurso del Rectorado.
Aquí pasamos del tiempo de la retórica falangista de la alegría impostada y el brazo disparado (lo que corersponde a quien en su mente tiene una bala) al de los anhelos materiales de una burguesía o clase media emergente. Emergente ¿de qué? Del disparate, de Goya hecho historia. Pero yo no quería llegar aquí, a repetir lecturas. El tiempo no existe, más que como objetos mostrencos y personas desaparecidas. El positivo de esa ausencia -del tiempo y las existencias que lo pueblan-, ¿sería Dios, Dios con nosotros? Buena proyección!
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