Sé que hay muy mala fe en estos argüidores, que primero resultan incomprensibles y que luego te atrapan. Discutirlos es repetir la historia del pensamiento, y quién sabe si vale la pena.
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Si no se adopta una perspectiva polémica, no se respeta al adversario. Respetar al fideísta exige enfrentarlo.
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