20 de noviembre de 2011

Discronotopías

Norman Birnbaum, en El país:

El planteamiento:

Recordé la Europa a la que llegué por primera vez en 1952. En Berlín, el estalinismo estaba a solo unas paradas de metro. Las élites y las opiniones públicas de Europa occidental, con más ahínco del que abiertamente reconocían, ponían a sus naciones bajo la protección de Estados Unidos. Pero, al mismo tiempo, preparaban un proyecto europeo, cuyo fin último, para sus artífices, era independizarse tanto de EE UU como de la URSS. Su motivación estaba en las vívidas memorias de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y también de la Primera, no del todo lejana. Los precursores del proyecto eran conservadores católicos nacidos en el siglo XIX (Adenauer, De Gasperi, Robert Schumann), a los que se unieron socialistas deseosos de revivir el internacionalismo que tanto les había fallado a comienzos de siglo y también liberales con apego a los derechos ciudadanos y humanos.

El desenlace:

No se trata aquí de que Europa vaya o no a fracasar, sino de si puede enmendar el fracaso que ya se ha infligido. Sus Gobiernos están reducidos a la inacción por culpa de su obsesión con el déficit y su negativa a oponerse a los poderes del capital organizado. A menos que cambien de rumbo, sus naciones (incluso Alemania, donde la desigualdad de rentas va en aumento) caerán en el empobrecimiento y posiblemente en el caos y la desintegración, a los que seguirá el retorno del autoritarismo. La democracia europea se está viendo deslegitimada por Gobiernos únicamente capaces de realizar maniobras tácticas.

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