Alguna vez seré digno de escribir al respecto, quizás cuando deje de sentirme (?) un ser acomplejado y culpable. De momento cito sus palabras, y no puedo evitar que se me salten las lágrimas, porque son palabras exactas y muy hermosas. Alguna vez pienso ser digno de que me lleguen a mí estas palabras y la obligación. Quizás. Extracto, no censuro (dejo en suspenso):
Llaman al médico rural a un cortijo de las afueras del pueblo. El paciente es un hombre ciego... pero sonriente. Su mujer es la intérprete. Solo se puede comunicar con el tacto de las manos. La mujer explica al paciente que quien ha venido es el médico. El hombre se alegra. El médico tambien entrelaza sus manos en la conversación acariciando la piel de aquel hombre que exhala energia positiva. Tras la exploración y las recetas, el médico y el hombre se despiden... con el lenguaje de las manos, apretándolas, acariciandolas, fuerte y suavemente a la vez... la sonrisa del hombre mudo se ilumina. En la habitación de al lado un muchacho estudia. El médico pregunta... La madre contesta... (J. A.)
El párrafo anterior no lo he escrito yo (he cortado algunas cosas). Yo no he tenido narices para escribirlo. Aparte de que era muy joven y no tengo una memoria excepcional. Estaba estudiando y estaba en G. Supongo que sería en verano, no lo sé (buen y honrado lector, atípico estudiante). Pero lo de menos es que yo haya tenido valor o no, sino que el párrafo entero es como si la realidad me propinara una bofetada venida de veinticinco años atrás, por lo menos. Y me crea una obligación durísima, la de recordar y narrar (sin tener talento, creo, para ello), mandando mis escrúpulos, y a mí mismo, a hacer puñetas. Alguna vez quizás sea capaz, de momento tengo el agradecimiento, a ellos (el padre inválido, la madre intérprete) y a Vd. (el médico) que me recuerda los deberes incumplidos. Séame dado estar a la altura.
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