Me han dicho que era extremadamente inteligente y muy guapa; pero era también dócil e ingenua. Hay testigos que recuerdan su último día. Durante el >- la lectura de lista- de la mañana, los nazis habían pedido que los enfermos dieran un paso adelante. Yo no me siento bien dijo mi madre. No Reska, no, por favor, nosotros te cuidaremos, susurró alguien a su espalda. Ella no hizo caso del ofrecimiento y dio el paso. ¿Cuáles fueron tus pensamientos finales, madre? ¿Dónde creíste que estabas cuando te empujaron dentro de aquel espacio oscuro y frío de muerte? ¿Hubo alguien que te consolara? La confusión, la marea de terror, el pánico, la soledad última. Nadie puede imaginarlo.
¿Cuales fueron tus pensamientos finales, querida madre, cuando oiste el silbido de las duchas, cuando miraste hacia arriba y la Muerte te escupió en la cara, después consumió tus pulmones y te convirtió en cadáver?
¿Cuales fueron tus pensamientos, mi dulce madre?
Madre, apenas te conocí, pero aún respiro tu calor, todavía me nutre un amor que me ha sustentado a lo largo de los años. Sin él no habría sobrevivido a mi supervivencia. (Th. Mermall, Semillas de gracia; reseña crítica de A. Caballé, ayer, en el suplemento cultural de Abc)
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