... es una de nuestras pensadoras actuales de mayor solidez intelectual.
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Don Antonio:
Yo he salido a caminar durante dos horas a lo largo de la orilla del río Hudson y he llevado conmigo los poemas de Tomas Tranströmer. Hay que encontrar el ritmo de la caminata, lo primero de todo. Hay que adaptar el oído: como cuando uno se familiariza despacio con una música rara y poco a poco arrebatadora, los cuartetos de cuerda de Béla Bartók, la música de cámara de Elliott Carter, los Preludios de Ligeti. Al principio la voz de Tranströmer es así de chocante. No la hemos escuchado nunca. No se parece a ninguna otra. Lo cotidiano y lo visionario se superponen en el mismo poema, los paisajes de la naturaleza y los de los sueños, la pesadumbre sórdida de la soledad y la franca alegría del amor. Unas veces la forma se contiene hasta la concisión de un haiku: otras se expande en anchas corrientes narrativas, a la manera de Eliot en los Cuatro cuartetos o de los encabalgamientos de Whitman o las amplitudes épicas de Derek Walcott, con su confianza casi insolente en la potestad de la poesía para abarcar el mundo.
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