8 de septiembre de 2006

All that jazz

I.
Al doblar la esquina, en la calle del muro, cesa la zona de sombra. Un observador ocioso que se dirigiera a la plaza, exactamente a la elevación que hay a su derecha, y que sirve de lugar de recogimiento para enamorados, verá el centro de la plaza ocupado por una gran plataforma en la que se hallan tres largas filas de músicos, sentados los de la primera, de pie en las otras dos. A primera vista parece que están ensayando, y lo hacen bastante bien, lo que sorprende a mi entendimiento tardoprovinciano: aún se conocen hombres maduros que bailan al compás de la música que ellos mismos tocan, un espectáculo hermoso de veras, el ver la alegría en cuerpos a los que no se supondría que les pertenece.

II.
(Otra música)
Si queremos comprensión, estará bien que atendamos a esa vieja vocación europea de desmenuzar los sentimientos privados, sobre todo cuando consisten en sufrimiento. En ese escenario, Kafka, Pavese y Pessoa se desenvuelven como nadie: despliegan la miseria personal en largas frases brillantes y profundas. Representan, y qué gran espectáculo, la miseria del espíritu, casi siempre afectada por la carne y esa falta exacta de su materia que define la soledad: solus ipse = puro espíritu, desencarnado y descarnado, sin dolor y sin otro. Les puede la vocación: como un carisma maldito, al revés, que les plantara delante de los ojos y para siempre, el humo de las cosas, sus desechos. Aprendiendo a quererlos, a esos hombres, no creo que se obtenga nada bueno, ni salud ni salvación.

III.
(Rectificación a "Duties": 30/08/06)
Donde dice "...y conoce que en ese gesto ahí puede encontrase",
debe decir "...y conoce que ahí, en ese gesto, puede encontrarse".

(Me refiero, sé que con poca evidencia, al origen supuesto de la vita activa y la vita contemplativa: política y escritura).

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