9 de julio de 2013

Confesión privada

No siempre, o casi nunca, hay gran cosa que contar. Sales a andar un rato, para despejarte, aunque te tienes que volver porque está nublado, amenaza tormenta de verano y no se ve. Rumias algo de lo que has encontrado leyendo por ahí, en lo poco que en realidad lees, aunque siempre estés entre libros o pensando en ellos. Y mientras zumban los relámpagos, ni lejos ni cerca, se le dan vueltas a dos o tres palabras que lo mismo vienen de Nietzsche que del azar. Inocencia o culpa. Me he descargado el Diario mínimo de Eco, en italiano. El sonido de los truenos es cada vez más bronco.

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