No siempre, o casi nunca, hay gran cosa que contar. Sales a
andar un rato, para despejarte, aunque te tienes que volver porque está
nublado, amenaza tormenta de verano y no se ve. Rumias algo de lo que has
encontrado leyendo por ahí, en lo poco que en realidad lees, aunque siempre
estés entre libros o pensando en ellos. Y mientras zumban los relámpagos, ni
lejos ni cerca, se le dan vueltas a dos o tres palabras que lo mismo vienen de
Nietzsche que del azar. Inocencia o culpa. Me he descargado el Diario mínimo de
Eco, en italiano. El sonido de los truenos es cada vez más bronco.
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