Historias de vida...
Casualmente esta mañana le estoy dando vueltas a algo en lo que me atasqué: en las varias acepciones de atascarse.
En principio la historia de vida, documento no literario, presenta la particularidad de estar abierta/o. Quien cuenta no sabe lo que va a ocurrir mañana. Cuenta hasta hoy, hasta que escribe: el tiempo del relato se cierra provisionalmente en el tiempo de la escritura. En ese límite que, provisionalmente, no se puede estirar más. Mañana Dios dirá, mañana quizás más. Che sará, sará.
Mientras que la historia literaria, en principio, se clausura, redonda, en sí misma. Autónoma y perfecta.
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Supongo que para el baúl de los sueños futuramente rotos: un estudio acerca de las dóxas literarias de médicos eminentes. Basándonos en Marañón, ça va de soi, pero estudiando la obra de otros que no han sido suficientemente investigados al respecto: Antonio Vallejo Nágera, Francisco Marco Merenciano. Verbigracia. Si yo dispusiera de un pingüe capitalito o mecenazgo que me permitiera adquirir esos libros, o viajar...
If, if... Qué malos que son los onirismos truncos.
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