Riderimus, semper.
Conviene revisitar el ciclo entre raskolnikoviano y nietzscheísta de A. Hitchcock en los años 50 o un poco antes: aparte de Crimen perfecto, Extraños en un tren y La soga. Para empezar. Y encontrar mi Truffaut. Ps. Vértigo no se aleja de esas coordenadas amoralistas, y Con la muerte en los talones (en la medida en que los gobiernos encomiendan los cuerpos de los demás a la misericordia de Dios), tampoco. Todo esto tengo que aclarármelo mejor. Luego podría empezar con los filmes de Eric Rohmer, o de cómo la moral se hizo acomodaticia y venal si quería sobrevivir en el mundo de después de la II Guerra.
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