En la noche del 29 de agosto de 2012, en Buñol, Valencia, durante las fiestas de la Tomatina de esta localidad, un individuo que iba acompañado de otras personas arrojó por un puente a un barranco a Ndiaye Moulaye, vendedor ambulante senegalés, causándole graves daños físicos y psicológicos. (La foto aparece en El País.)
De la misma noticia
en El País, este párrafo:
En el hogar de El Cabanyal solo se escuchan historias de miseria. Pero se sonríe. Como el pan de los pobres, todo se comparte. Quien trabaja ayuda al parado. Planea un sentimiento de solidaridad que reconcilia con la condición humana. Los cuatro inquilinos se han sentido en algún momento ganado. Conocen la humillación de que se les rocíe con cerveza. Saben lo que es recibir una patada de madrugada por extender una manta con CD. O que se les expulse de un bar antes de entrar. El repertorio de insultos recibidos bascula entre el “negro de mierda” y la amenaza de muerte. Aun así, cuesta arrancar malas palabras. “Estoy acostumbrado. No me importa agachar la cabeza, irme cuando me insultan”, admite Moulaye.
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