A veces conviene.
No me gusta la zona monumental del país, sino el extrarradio. Tampoco los suburbios canallas, sino esa zona de transición, nudos de carreteras, hoteles de urgencia y comercios, que es el espacio entre la ciudad y sus condenados. Un muro catedralicio para mí está mudo, yo no creo demasiado en dioses, justo lo contrario que la marcha de hormigas de los coches distribuyéndose sin concierto, no mucho más allá de la ventana tras la que miramos. Sí que creo algo en Mercurio, ladrón, caminante y tendero. Aparte de ángel del bien y del mal (vid. Protágoras).
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