Se agradecen los malos periódicos (cualquiera puede serlo en algún momento) como las malas clases de religión: te convencen de que la verdad está en otra parte. Incluso aunque tú creyeras que estaba allí ellos te llevan a pensar lo contrario. Dicen tanto su verdad que al final detectas el hálito pestilente de su boca.
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