Todas las películas de Haneke hablan de la irrupción de lo terrible en la rutina. La catástrofe es lo que nos rodea; un fin del mundo que no es un cataclismo, sino una perturbación casi natural de un orden que, en ese momento, se muestra absolutamente precario. Lo que enseña siempre Haneke es que la realidad ordinaria está edificada sobre unas bases quebradizas que se pueden hacer trizas en cualquier momento. (nohalugar)
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18 de enero de 2013
Del amor como infinitud e impureza
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