Muñoz Molina y María Isabel Cintas, como cualquier lector ingenuo, se dejan seducir por el espléndido estilo narrativo de Chaves Nogales y piensan que, contra toda evidencia documental, están ante la narración de un testigo directo. Pero bastan pocas páginas para darnos cuenta de que se trata de una recreación novelesca. Dialogan a solas el jefe del gobierno y el general Miaja en el despacho de este último: “En el rostro de Largo Caballero y sobre todo en sus ojos atónicos se refleja exactamente la angustia del momento”. Tal afirmación es propia del narrador omnisciente de la novela, no de un periodista.La autoficción surge como respuesta natural (pero si estaba ahí!) a este imposible crítico: una ficción de realidad. Un híbrido tal no puede tener valor de verdad, pero nada impide que tenga valor para la verdad.
No hay proposiciones de demarcación entre la ficción y la referencia. Cien táleros posibles no son más que cien táleros reales, sólo que existen menos. Pero ésta es una cuestión que pertenece a la ontología, no a la epistemología. En la cual gobierna el rey Als ob.
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