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26 de diciembre de 2011
También aquí residieron los dioses, donde ahora viven los ingleses
Durante cientos de años muy pocos habitaron en esta parte del mundo. Ni el paisaje duro, ni el reseco calor del verano, la crueldad de los inviernos, pudieron atraer a más gentes de la comarca. me dijeron que en uno de sus rincones más apartados se refugiaron los conversos criptojudaizantes. La recurrencia de algunos apellidos los delatan. He paseado por el lugar. Sirve como refugio, está tan apartado que la ortodoxia no se llegaría por ahí con su brazo armado. De todos modos la provincia siempre fue tierra de frontera, olvidada, y dio pie a una tolerancia que no era el uso en las ciudades más importantes. No sé qué antigüedad tienen las canteras que ahora ocupan buena parte de los cerros al pie de los que estaban algunos caseríos y casas desperdigadas. No conozco ninguna historia. Los viejos son tan viejos que se han muerto casi todos. Los que viven seguramente han olvidado. Sé que durante la última guerra alguno o algunos se refugiaron en el monte, en las cuevas o abrigos naturales que debía haber por allí antes de que las palas excavadoras levantaran el terreno. Tenían tierras y los milicianos de la República sospechaban que armas también. Las guerras civiles son funestas. Destruyen vidas y formas y se enquistan en la memoria de los niños: el miedo, el resquemor, el frío y el hambre. Como nunca me creí con capacidad para contar (el aprendiz de filósofo desprecia por principio la razón narrativa) no llegué a preguntarle a mi madre por todas aquellas historias o dichos que ella conocía. Mi padre no podía contarme nada, se limitaba a una bondad que resplandecía en silencio y lenguaje de manos. La verdad es que llegamos tarde a conocer nuestro verdadero destino. Salí de aquí y aquí volví, después de trazar un círculo de aciertos y errores. Al cabo, he ido sabiendo que no debe perderse la conciencia de que aquí también hubo dioses, judaizantes y coletazos de una guerra. Antes de que los ingleses erigieran sus cercas.
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