Pretendía conectar cada nombre con una sustancia del mundo, cada verbo con una acción o relación, igual que si el lenguaje fuera una marioneta (sé que la imagen no es isomorfa, yo solamente quiero señalar el momento de la manipulación y la respuesta obediente; pero no sé determinar si el lenguaje es mano o muñeco).
De esta semántica presunta no salía más que un espantajo, coincidente con el tiempo en que iba tejiendo su infelicidad, hilo a hilo. Araña o reloj. Cárcel sutil, ésta sí.
... Entonces: cabe liberar la proposición del puño que la aprieta, del intérprete que la amenaza, y ser feliz. No en vano el peregrino de Estagira vincula logos y eudaimonía. Atisbando quizás que en la condición perspectivística de toda proposición anida una promesa de felicidad, una matriz poética o algo así.
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