31 de diciembre de 2011

Agarrársela con papel de fumar

Hay una forma de universalismo axiológico, muy frecuente entre los académicos, entre los más prestigiosos, consistente en pedir perdón por plantear la regla. Para lo cual se antepone la excepción, si llega el caso. Si la regla consiste en los derechos humanos o en la defensa de la libertad, se intenta no ofender a otras sensibilidades que tienen un entendimiento particular (como mínimo) acerca de estas materias. Yo no veo aquí prudencia o tolerancia entre los académicos, sino tibieza o decadentismo.


Para qué voy a poner los dos casos con nombre y apellido (y con el texto que sirva de contrastación de lo que afirmo)... La verdad es que me han decepcionado estos colaboradores habituales de El país. Pero no quiero ser injusto. Me siguen valiendo como fuente de información, aunque su laxitud ética no la termine de entender. ¿Cobardía o cansancio?


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Ahora bien, lo de Wallace Stevens es otro asunto radicalmente diferente. Aun en la breve nota que le dedica Calvo Serraller en Babelia a un libro del poeta norteamericano del año 1936 se manifiesta rotundamente. Wallace Stevens tenía en aquellas fechas críticas y trágicas cincuenta y siete años. Se refugiaba en la poesía de la insatisfacción del mundo, según la interpretación. Vale, qué más nos da. Lo que nos da es ponernos a pensar sobre lo siguiente, por ejemplo:
"Las páginas sombrías" -parece como susurrarnos Stevens- "no llevan impreso nada / excepto un rastro de ardientes estrellas / en el gélido cielo".
La cosmología más certera puesta al servicio del hombre, de sus amores y de su filosofía. ¿Se ve lo poco que es el corazón, la estrella, contra el fondo oscuro, el espacio helado? ¿La heroicidad moral de todo hombre y toda mujer que nada son salvo cuando creen que aman?

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