Quien cuenta no puede hacerlo a través de su experiencia. Si acaso, a través de su experiencia, tal y como la recuerda, de los otros. Los suyos, los ajenos.
En aquel tiempo, cuando el hombre ya estaba ciego, a veces sonaba el timbre de la puerta. Era su hermano, un par de años menor que él, que vino a verlo hasta el final.
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