Así como los doce apóstoles tuvieron el privilegio de conocer las enseñanzas de Jesucristo de primera mano, sin intermediarios, de la misma manera Stephen Toulmin fue uno de los privilegiados discípulos del último gran filósofo de la historia, el austríaco Ludwig Wittgenstein, a cuyas clases asistió y con el que llegó a trabajar en Cambridge en los años cuarenta del pasado siglo. Toulmin (Londres, 1922) fue testigo presencial de aquel incidente conocido como “el atizador de Wittgenstein” en el que el extravagante pero genial filósofo se enfrentó dialécticamente con Karl Popper y éste, pese a que el aula estaba abarrotada de gente que pudo después contar lo que vio, no dudó en difundir la versión de que había sido amenazado con el atizador de la chimenea.
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