Muy fácil: escritura o muerte.
Casi lo mismo que socialismo y barbarie. Y lo primero ya hemos visto que no. Porque realmente no lo queremos (ni la tibieza socialdemócrata que dura lo que dura el gas, ni esa estafa criminal de los dictadores platónicos comunistas). Amamos el mal en cuanto doblamos la esquina y no nos ven. Crucificamos al que va a nacer para disfrutar con mejor conciencia (él ya había penado por nosotros) de la inclinación al crimen y a la distinción mediante el dinero. El símbolo no es palabra sino moneda potencialmente acumulable al infinito.
Luego están los liberales, los escépticos, los viejos derrotados que desean abrasarse en la piel.
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