Si unimos, leyendo sucesivamente, los inicios de esas dos preceptivas fundamentales de la filosofía moderna (esto es, de la historia configurada en ideas... aunque sea por la tarde) que son el DM cartesiano y la FMC kantiana obtenemos, en el mejor de los casos, un solipisimo tolerante, y en el peor una actitud de desconfianza general hacia todo y todos (que en efecto son desconfiables porque proyectamos en ellos nuestra misma disposición).
Los hombres son igual, sustantivamente, de inteligentes. Lo más valioso (i. e., lo más precioso, raro, difícil de encontrar), una buena voluntad. De ahí la proliferación venenosa del hombre astuto, del hombre que debe fingir virtud (ética o dianoética; la santa ingenuidad, de cualquier modo).
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