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6 de diciembre de 2011
¿Qué nos pasa?
Que no somos dueños de nuestro ánimo. ¿Lo fuimos alguna vez? En ningún sitio se hace más firme y rabiosa la memoria que en el contacto de la piel. Quita el frío, y si se reitera quita hasta los años. Desanuda las argumentaciones, el sopor de las noches en los bares. Un señor mayor, dos chulitos de alguna de las obras, uno de ellos más viejo, el otro que le sigue el juego, dos afroamericanos, un tipo raro que se informa sobre Santo Tomás, el borracho sempiterno que fuma un puro (carne de inquisición), el zapatero de mi pueblo de la voz ronca, Domingo que se pone mal cuando bebe vino (debe haber trasegado mucho en su vida) y sendos partidos de la Champions League, uno a cada extremo del extraño tipo que se informa sobre las vías tomistas y que casi no sé si confesar que se parece a mí de una manera que me inquieta.
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