17 de abril de 2011

Yo a este hombre a veces lo comprendo

¿Cómo no va  a suceder si a veces hasta a mí mismo me comprendo? Igual que si hubiera puesto un cristal transparente entre las distintas capas de mi yo (entre los distintos cortes de un inexistente, debería escribir).

De vez en cuando me acuerdo de Ángeles Chibán, Ache.

Por debajo del accidente (no se me ocurre ahora otra palabra, así que empleo este aristotelismo; concededme que el Diario debe escribirse rápido, un río que aparece por sorpresa y se va), un crimen no resuelto, y de una verdad, el dolor de una familia y amigos no cerrado--- muy por debajo, en otro plano, como quieras decirlo, lo que el periodista intenta transmitir es su propio dolor, un ejercicio de simpatía y un ponerse en el lugar. El rastro escrito de la chica, jovencísima, un cronopio más en la lista, la voluntad de serlo, un proyecto inocente de vida y juego y suave rebeldía. Después lo oscuro, el absurdo del crimen sin culpable y sin juicio. La verdad no haría vivir, la verdad es otra y la dijo ella. Ahora la recuerda A. Espada y la recuerdo yo: su deseo de ser cronopio. Amamos a Cortázar, sí, cuando fuimos jóvenes, y le seguimos siendo fielmente fieles. La verdad de su muerte no la haría vivir. Lo que ocurre es que, irresuelto el crimen, mientras estemos vivos no podemos evitar pensar en materias de teodicea, en cómo se interpone un absurdo incomprensible entre la felicidad personal y esta amistad que selló Cortázar y nos liga a los desconocidos de este mundo y del otro.

***

Palabras:

Palingenesia. Bonita, en el significante y en el significado.

Alacridad. Alguien dijo que era la más bella del castellano. En el fondo puede que sí, pero en el significante no me acaba de sonar bien. me suena a escorpión y ya eso me desmotiva.

Marfuz. Ésta la aprendí anoche, y no, no era una errata.

El cementerio (o depósito).

¿Por qué?

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