Antes de dormirme me leo las veinticinco páginas de notas que Luis Arenas le pone a su edición de El discurso del método. Sobreviví a ellas, excepto a una muy larga en la que, a través del planteamiento de un problema geométrico, intenta explicar la presencia simultánea de las reglas 2ª y 3ª en la práctica de la razón. Soy incompetente en esas materias, y estoy dispuesto a defenderlo a capa y espada frente imberbes pedagogos y torticeros políticos. Esto es, estoy dispuesto a defender que de lo que no sé no opino, no a defender mi ignorancia. Que se puede saber de cualquier cosa, dirán ellos. Pues que empiecen practicando, con sus propios métodos, el aprendizaje exhaustivo del violín, y que me cuenten.
Nota bene: aclaro que no uso los libros, y mucho menos los sagrados comentarios al texto, como somnífero. De hecho, los libros me quitan el sueño.
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