A propósito de Manuel Castells.
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La identidad -no en cuanto aspiración de hallar una seguridad en tiempos precarios, sino como proceso; no como sustancia, sino método del sujeto- depende, para su correcta formalización, del conjunto de interacciones que la época pueda tejer entre el yo y la información, devenida ésta primera categoría ontológica; de cómo llegue a la conciencia -es decir, a la filosofía: al continente de la reflexión- el mutuo juego de producción, experiencia y poder; de la forma finalmente concretada en el deslizamiento tecnológico-informacional del esquema marxista modo de producción/relaciones (sociales) de producción; al final de todo, el retorno a la inmediatez de la relación -de signo humanista- entre ser humano y naturaleza habrá recorrido el arco más lejano de la inflación/alienación tecnológica.
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En efecto, aquí se trata de fe.
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¿Una sustancia personal en el éter? ¿Autobiografías de nadies? ¿Serán astutos como Ulises? Quizás lo son ya, por eso no se comprenden sus movimientos y sus vidas son tan anónimas como las vidas vulgares: pienso en los capitanes de la información.
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