"No existe forma más poderosa de recuerdo que el olvido." (20 de octubre)
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¿Qué deformación de la lógica conduce a que lo anterior sea verdad? El logos practica distinciones, es cierto, vive de esa ocupación única. Sin embargo, también respeta los principios, las reglas de juego. Con ese aspecto de juego, de situación posible imaginada, al modo de un escenario o teatro de la vida social -a este respecto, la reflexión personal sobre la philía, incluso la imposibilidad personal para alcanzarla, está continuamente entreteniéndose en proyecciones mentales acerca de cómo pudo ser la primera agrupación social-, facilita la comprensión -ésta es la función paradójica de la hermenéutica de las tradiciones invertida de Nietzsche; vid. El crepúsculo de los ídolos: sobre la razón, el macroídolo- todo aquello que sabemos por la historia acerca de los repetidos intentos fallidos por reprimir la religión: lo reprimido vuelve, aunque no sea en la superficie, claridad consciente, presente transparencia.
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Eso que vale para los movimientos de masas, cuando se produce la rebelión contra los intentos sistemáticos de desarmar la conciencia limpiándola de sus contenidos más íntimos (para lo cual, tramposamente, se intenta convencer a las gentes de su derecho subjetivo a mantener privadamente unas creencias a los que sólo se otorga validez particular; con trampa, porque lo que se pretende es aislar lo más posible), y de ahí el definitivo fracaso sobreestructural de la conciencia totalitaria -aunque sean posibles las recaídas parciales-, eso, alcanza igualmente a la memoria particular del individuo, en formas diversas y opuestas: rencor y vergüenza, pero también agradecimiento y amor. Yo no sabría decir si esto ocurre a causa de una reflexión o proyección directa de los grandes movimientos de ideas, o principalmente compete a la responsabilidad individual por las actuaciones: regladas, sí, nunca seguras. Me vale decir que olvida la inteligencia y que recuerda el cuerpo, hasta en sus pasos y la inclinación de los ojos al suelo.
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