8 de octubre de 2006

Luxury

Observaciones:
  • La vida en las ciudades se conoce como el exceso fatal.
  • Permanecen las huellas, desaparecen los seres: no se soporta la grandeza artificial.
  • La humanidad se multiplica, corporalmente, en las ciudades: donde aparece la prisa se anula la relación posible, formada de palabras y buena conducta.
  • Un nuevo paradigma parece adecuado a nuestra autocomprensión: la reducción relativista, multicultural; orientada no hacia la tolerancia, sino hacia la disolución tribal de la persona: pero despojados de la máscara somos carne muerta.
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Delicatessen/Un condenado a muerte se ha escapado:
Qué diferencia! Como dos realidades históricas sin paralelo posible, separadas por apenas treinta y cinco años. Aunque el tiempo narrado puede que no sea tan distinto.
Delicatessen: Un tono apocalíptico, de final de la civilización. Los hombres se ven obligados a reiniciar las formas de trabajo y las reglas de la acción. Sólo que aseguran la labor (vid. Arendt) entregándose al canibalismo, pero dejando ya entrever las caras decadentes de la cultura: el alma romántica de la hija del carnicero, la voluntad suicida.
Un condenado a muerte: La facilidad con que se transparentan los resortes de la acción, la claridad de los elementos racionales, morales, emocionales de la misma; sin entregarse a las lágrimas ni a la sonrisa, con el rictus de una pasión fría y protestante. Nuestro héroe, un militar saboteador, tampoco tiene las manos limpias: acaba manteniendo, sin embargo, el corazón puro y amante.
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(Vuelta)


Disolvemos el alma de las ciudades, disolvemos el alma de las personas: el libro, ese objeto y sujeto de ilustración, reducido a cosa consumida, una más. ¿Qué individuo sin libro? ¿Qué mujer, qué alma bella? ¿Cómo fingirnos un alma desgraciada sin un libro en las manos que contiene el espejo de nuestra misma desgracia, que contiene...?

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