27 de octubre de 2006

Marc Augé

Humanidad
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Mente=Infelicidad
Cerebro= ¿?
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Amanece que no es poco: un divertimento, nada más, incluso poco afortunado a veces. Al suprimir el sonido podríamos pensar en personajes autorizados de la España franquista, en una película que los recupera. Lo surreal está en las palabras, que no son las que se esperan -ni en las respuestas ni en las preguntas que las anteceden-, en las acciones, impropias de personajes sueltos, hasta en algunos seres que no son de este mundo (como los hombres-árboles o los levitantes).
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¿Posee la historia algo de esa grisura absurda? El futuro resulta imprevisible, porque no controlamos el presente, y porque desconocemos el pasado...
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La voluntad de verdad debe ser sagrada para el filósofo: no la inteligencia de los hechos, sino los mismo hechos; aunque el pensador sea un empirista radical que descree de los facta de su empirismo. El pensador de carne y hueso no importa para nada, y mucho menos su abandono.
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Lo orwelliano reside en la materia, de la que se dice que existe o no, declarando la verdad o la falsedad. No reside en la felicidad o infelicidad de la visión que colorea los objetos y estados del mundo, las situaciones y los cambios: los hechos tienen que ser los mismos que los que llegarían a la gracia de la mano de un ser feliz, e inmortal (véase el final del Tractatus).
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Ninguna interpretación es orwelliana: debía serlo desde el principio, en la ontología declarada con buena o con mala fe.
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Un poder totalitario -laico o religioso- debe reescribir la historia.

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