El capitán del Prestige culpa al gobierno de entonces, en el que estaba con altas responsabilidades un tal Rajoy, del desastre del vertido, al haberle obligado a conducir el barco a alta mar. ¿Aquí hay tropo? La nave de Rajoy, España...
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Constituyendo, certainly, la desobediencia civil y el estallido peligros reales de la situación actual, no dejaría yo de lado otro no pequeño: el de la indiferencia. En una tesitura psicológico-social definida por esa actitud, ¿quién y cómo se iba a poner a defender la España de Rajoy, confrontada a un órdago separatista, quizás multiplicado?
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En sus peores pesadillas, que teme que sean también las más lúcidas, piensa en una espiral griega. Considera que estamos en las mismas condiciones: tradición gloriosa y desastre actual.
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Al final los malos estudiantes somos quienes mejor escribimos: la palabra precisa, no exenta de belleza, la frase más exacta y definitoria. No por nada, sino por resarcirnos de la falta. También yo tengo la mía.
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Me doy cuenta de que van para ocho años que escribo este blog y que nunca he puesto mi nombre, Martín López. Tiene que ser en esta entrada postiza de hoy.
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