9 de abril de 2011

Ontología política

Miro la noticia en el periódico y no doy crédito. El contenido de la noticia no me interesa para nada. Por eso no lo pongo aquí. Sino la desvergüenza más absoluta de los protagonistas y creadores de la noticia. Esa disposición, a mí me parece, a ser injustos cueste lo que cueste. Políticos. Quinta clase. Sociedad de corderos en silencio.

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Hace un calor horroroso desde que abres la puerta por la mañana. Sofoco. Impropio.

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Hablo con quien vende periódicos de mi animadversión hacia ellos (remember Karl Kraus; considere mi pedantesco proceder, que le obligará en estos momentos o a lo largo del día a consultar en la red, si se precia de dignidad intelectual)... y me cuenta de su felicidad los domingos cuando se lee tres o cuatro de esos objetos. El diario electrónico no es lo mismo, me dice. Lo acepto. Pienso lo mismo. El libro electrónico tampoco, añade. No puedo estar más de acuerdo. Un libro es un objeto y está para ser tocado: mirado, olido, subrayado, dejado caer, doblado, anotado, prestado, etc. Pero perdí hace tiempo la felicidad de la lectura de diarios y prácticamente sólo los compro por lo que traen (mayormente libros). Aunque sigo pensando que representan un mal necesario, como la democracia (aquel sistema peor que el cual ninguno puede ser pensado excepto todos los demás).

Ya puestos: consulte el significado de la expresión "descripción impropia" y responda por qué mi df. de la democracia puede serlo.

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