Los países -lamentablemente- existen. Cada cual cristaliza una suma de errores denominados valores, que cultiva y combina y a los que da curso y validez. Su totalidad constituye la individualidad de cada uno de ellos y su orgullo implícito, pero también su tiranía, pues pesan inconscientemente sobre el individuo. Sin embargo, cuanto más dotado está éste, más se distancia de su presión.
... lo uno y lo otro: semillas contradictorias a las que se abona el escéptico.
Sin embargo, sin embargo...
No obstante, como olvida -ya que vive- las deficiencias de su identidad personal lo asimilan a la nación de la que forma parte. Por eso, incluso los santos tienen carácter nacional.
No hará falta más que afirmar el volkgeist para los muchos (una vez derruido el platonismo de los campanarios) para que sobreviva un tiempo más nuestra sospecha: que "nuestra" proclamación del derecho a la diferencia (unicidad, rebeldía) va de la mano con la visión de los otros en docenas (domesticables, dirigibles, enrolables).
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