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1 de abril de 2011
Dfs., III
Un perdedor lo es por accidente, pero lo puedes mirar a la cara. Será pobre y te provocará vértigo o desazón, pero tendrás que estar orgulloso de él. Un cobarde lo es desde dentro y para siempre. Lo puedes despreciar, aunque no llore. Quizá el que pierde llora. Sin que sea de dolor por las heridas suyas, sino por otras razones. En él puedes confiar, no te ha de esconder nada. Se obligaría a despreciarse a sí mismo si lo hiciera, si no estuviera a la altura. No lo desea: él es lo que tiene más cerca, tanto que no precisa de espejos, de manera que una costumbre de ser cobarde y esconderse se le haría intolerable. Que no te quepa duda.
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