9 de diciembre de 2010

El poder de los hechos

¿Por qué cúando humilde, por qué cuando humillado, encuentro una justificación de lo que digo, encuentro una validez en mis pensamientos?

Yo no conozco los hechos, mi memoria es demasiado pobre, mi imaginación malsana. Conozco lo que siento, lo que pierdo y lo que gano en estos turbios manejos, en mi soledad oscura y mi voluntad tornadiza. Qué he de ganar yo, en rigor no lo sé. Sería inmodesto y necio por mi parte ponerme un plan, entender mi existencia como empresa. Mi existencia depende de unos hilos que no veo, y que intuyo demasiado bien que se pueden romper con una facilidad que asusta. Sólo lamento que mis hilos enreden a otros más, y no me perdonaría según qué cosas. Antes sería de ella, la maestra eterna. Querría ser de ella y en silencio para siempre. Pues a mí no me gusta el ruido sino la pasión clara que me nace de la angustia y dice razones serenas a quien me quiera escuchar.

No sólo de pan vive el hombre, sino de palabras que llegan o de palabras que no llegan, de un aleteo del corazón a deshoras, hasta del miedo vive el hombre si tiene el coraje de gustar ese vino amargo. De sus errores también le nacen los actos y si ha de dar parte algún día, cuando para todos los demás sea carne maltrecha, llevará grabado en su corazón, para atenuante, que nunca quiso hacer mal y sí buscar la compañía de los hombres que, como él, buscan en las tabernas una mirada cómplice y un calor con el que ir rodando los días. Busca también cumplir con la obligación de decir, con esa facultad que tiene, y que a aquél (aquellos) no le fue otorgada. Ellos eran los merecedores. Así, sabiendo que no le cuadra, de nada se envanece. Cualquier cosa le cuesta un mundo, y nunca ha de tener seguro si pronuncia oro o se queda en piedra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se ha ido un gran hombre, que hace muchos años buscaba en las tabernas la conversación , la tertulia , "el trato"; la mirada cómplice y el calor sabía donde estaban. Ha querido asegurarse de dejar a los más débiles protegidos, sólo ha tenido la oportunidad de ofrecer su mano. Ahora, ya lo sabe todo.