Cuando era más joven y sentí, casi de repente, el prurito de investigar (tentación de la que me arrepentiré toda mi vida) conseguí hacerme con y leer algunos buenos libros, que no me debieron aprovechar lo suficiente a causa de mi mala inteligencia y mi muy torpe o escasa voluntad. Uno de esos libros era el magnífico (para mi gusto) estudio del sociólogo Jesús M. de Miguel acerca de las autobiografías (Auto/biografías, 1996, CIS), pues entonces me interesaba el socorrido tema de la presencia de la ficción en la autobiografía y de la autobiografía en la ficción. (Ahora no me interesa el yo, ni el mío.) Pues bien, por lo que más agradecido estoy al libro, y al autor, es por la bibliografía final, sucintamente comentada a veces, que me permitió saber (y leer) algunos de los textos (del género de las historias de vida) que más me han impresionado (y le estoy dando un tono serio a todo esto, cuando yo no quería). Recuerdo ahora sólo dos (podría nombrar muchos más): Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, y Hacer la América, de Juan F. Marsal. Otras magníficas historias de vida, como las de Sutherland (sobre la "carrera" de ladrón profesional), Carlo Ginzburg y Thomas/Znaniezki (extractada en la versión española del CIS) son deudas pendientes.
Pero mi interés -ahora, esta tarde de incipiente y tímida primavera irresuelta- no pasa de lo anecdótico y algo frívolo. En efecto, uno de los títulos mencionados en la bibliografía es un estudio monográfico de Stanley Brandes sobre la supuesta crisis auto/biográfica en torno a los cuarenta años de edad (1985, University of Tennessee Press). Que yo sepa no está traducido al español. Aunque sí un capítulo que me apresuré a fotocopiar en uno de mis viajes a la Universidad de A. Está recogido en el tomo 50, cuaderno 2, año 1995, de la Revista de Dialectología y tradiciones populares, con el título "¿Qué significa cumplir los cuarenta. Cultura y crisis a mitad de la vida". Brandes defiende que se trata de una interpretación cultural sin implicaciones biológicas claras. No obstante, la lectura del texto dista mucho de hacer menos alarmantes los signos y síntomas de ese pasar del tiempo biográfico meramente cultural. Cuando terminé de leerlo, pensé que era una pena no haber conocido al estudioso norteamericano, convencido de que yo mismo podría haberle dado algunas informaciones quizás pertinentes, al respecto. A eso iba. ¿Por qué habría de fijarme ahora en el cabello rizado, recogido hacia atrás, encima de la frente clara?
1 comentario:
No conozco ninguno de esos libros. El tema de sus investigaciones es interesantísimo. Yo estoy ahora haciendo una comparativa entre las Memorias de Baroja y la biografía que escribió Eduardo Gil Bera sobre él ("Baroja o el miedo"), donde trata de darle la vuelta a los argumentos de aquél. Esot pasándomelo muy bien.
Por cierto, yo estoy a punto de cumplir los 30, y esa crisis se me antoja también muy dura. Sólo pensar en el cambio de dígitos se me ponen los pelos de punta...
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