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27 de noviembre de 2006
Neil Postman
Lo público como standard de calidad de lo publicado; lo publicado como regla de control de lo público: los conocimientos han debido vivir siempre inseguros, casi tanto como las personas; objetivos, si acaso, cuanto más consciente se era de la fragilidad personal. Que una situación así, planteando una distancia tal entre el cuerpo y la letra, haya sido capaz de crear el prestigio del autor -el investigador, el letrado, el profesor, el escritor- tiene algo de milagro, y la escritura algo de manía o de magia. De hecho, el mismo espíritu religioso, incluso en un sentido fundamentalista, ha sido capaz de dar libertad e individualidad, obsesionado como estaba con la pureza de la interpretación. La vecindad de la razón y la locura también procede de ahí, de la astucia con que la interpretación del texto se convierte en la fe en el progreso, la duda acerca de la predestinación personal en certeza de crecimiento y en una nueva alegría que ya no necesita ni la fe.
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